El 20 de diciembre de 2006, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución A/RES/61/193 que declaró al año 2011 como el Año Internacional de los Bosques, invocando la utilidad de esta resolución para la toma de conciencia de que los bosques son parte integrante del desarrollo sostenible del planeta debido a los beneficios económicos, socioculturales y ambientales que proporcionan.
El 20 de diciembre de 2006, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución A/RES/61/193 que declaró al año 2011 como el Año Internacional de los Bosques, invocando la utilidad de esta resolución para la toma de conciencia de que los bosques son parte integrante del desarrollo sostenible del planeta debido a los beneficios económicos, socioculturales y ambientales que proporcionan. En este contexto, se planteó promover la acción internacional en pro de la ordenación sostenible, la conservación y el desarrollo de todo tipo de bosques, incluidos los árboles fuera de ellos. (mod. de DHpedia, 2011).El objetivo fundamental de esta resolución fue aumentar los esfuerzos de recuperación y conservación de las masas arbóreas mundiales y recordar que son parte esencial del desarrollo sostenible del planeta.
Por su parte, en la clausura en España de las acciones relativas al Año Internacional de los Bosques (5 octubre 2011) se señaló, entre otros, que se “han puesto de relieve las múltiples funciones que desempeñan los bosques en nuestras vidas: proporcionan refugio a las poblaciones y hábitat a la biodiversidad, son fuente de alimentos, medicinas, aire puro, frenan el cambio climático y constituyen una parte fundamental de la ecuación para mantener un medio ambiente y clima mundial estable”.
Por otra parte, según el informe sobre la situación de los bosques en el mundo (ONU-2011), el tema “Bosques para personas” debería guiar el debate. Se pretendió que esta consigna englobase el papel de la población en la ordenación, la conservación y el desarrollo sostenible de los bosques del mundo, sin embargo parece que ciertos grupos económicos lo han interpretado como una autorización implícita para que las personas puedan disponer de ellos a su antojo, lo que deja abierta la puerta para su destrucción.
En este escenario, y según la página de eventos de Naciones Unidas para 2011 relativos a los bosques y formaciones vegetacionales asociadas en el mundo, lamentablemente no figura actividad alguna realizada o por llevarse a cabo en nuestro país.
Valgan estas referencias, entre muchas otras, para argumentar sobre la importancia que tienen para la Región Metropolitana de Santiago las escasas masas de bosque nativo de tipo esclerófilo que aún perduran en el pie andino. Al parecer, en Chile los defensores de los bosques y sus múltiples servicios directos e indirectos para la seguridad y la calidad de vida son verdaderos náufragos condenados a ahogarse en el océano de los intereses inmobiliarios.
Un caso concreto corresponde al bosque nativo (Ley 20.283, Art. 2, inciso 3) ubicado en la cuenca de la Quebrada de Lo Cañas, en la Comuna de La Florida. Esta masa de boscosa, la que cumple también con aspectos mencionados en esta ley en los incisos 4 y 5 del mismo artículo, ocupa tanto laderas de fuerte pendiente como parte importante del sector proximal del cono torrencial de la Quebrada de Lo Cañas sobre la cota 800 y hasta poco más de los 1500 m de altitud. Sus funciones ambientales, hidrológicas y sociales son de indudable relevancia para la comuna y la urbe santiaguina en diversos aspectos.
Los servicios ambientales que prestan los bosques nativos son reconocidos globalmente. Ellos juegan un papel clave en el cambio climático. Los árboles son uno de los principales sumideros de carbono, al absorber el dióxido de carbono (CO2) (Banco Mundial). Ello significa una reducción de la contaminación, a lo que se suma la producción y aporte de oxígeno a la atmósfera urbana, el aporte de humedad a las masas de aire por transpiración y, consecuentemente, el refrescamiento de los vientos locales, tan necesarios para una caldeada ciudad.
Pero hay más. Ellos cumplen, a diferencia de las especies introducidas, una efectiva contención y estabilización de las laderas actuando positivamente sobre la estabilidad y reduciendo la posibilidad de deslizamientos. Junto con ello, su rol amortiguador de la lluvia por intercepción y obstaculización de la escorrentía superficial tiene otros dos beneficios: Uno corresponde al incremento de la infiltración y, por ende, a la alimentación de las escuálidas napas subterráneas del área metropolitana, lo que redunda en una reducción de la efectividad de la erosión superficial. En este sentido, un segundo efecto al interior de los cauces es el de retenedor o mitigador de flujos detríticos (flujos aluvionales), rol que cumplen al entorpecer y frenar con sus troncos y ramas bajas el avance de las masas de rocas de diferentes dimensiones que se concentran en ellos en pos de las áreas pobladas aguas abajo.
Paralelamente, este sector de bosque nativo al igual que otros remanentes, constituye un área de esparcimiento, paseo, ejercicio al aire libre, contacto con la naturaleza, y de educación sobre ella, algo que tanta falta hace sobre todo a la juventud que, además de vivir aquejada de sedentarismo y sus consecuencias, carece de los conocimientos que le permitan valorar, cuidar y disfrutar de la “madre natura”.
Conjuntamente, debe entenderse que un bosque nativo es un ecosistema natural complejo, dominado por especies arbóreas autóctonas locales y su vegetación acompañante (arbustos, enredaderas, epífitas y hierbas), además de la fauna terrestre y aérea, hongos y microorganismos del suelo. Todos estos elementos establecen entre sí interrelaciones perdurables en el tiempo, autoabasteciéndose sin necesidad de la intervención del ser humano.
En este sentido, no es lo mismo que una plantación forestal, la que es un conjunto plantado de árboles alóctonos o exóticos con interés comercial, alineados, de igual edad por paños o rodales, los que constituyen un monocultivo que nunca reemplazará al ecosistema natural propio de la vegetación nativa.
Esta fundamental diferencia lleva a echar por tierra lo que intencionadamente se suele argumentar en términos de que un cultivo forestal es igual o más importante que un bosque. Ello sólo sirve a los intereses tanto de las empresas inmobiliarias como forestales, que están deforestando grandes extensiones de bosques autóctonos en todo el mundo para imponer sus proyectos. La situación es grave a nivel mundial. Organizaciones ecologistas aseguran que solo se conservan el 20% de los bosques primarios originarios, que el 80% ya se ha destruido o alterado y que el 20% restante está en peligro.
Dada esta situación, no se concibe que por intereses económicos ligados al lucro de corto plazo, hecho reñido con los intereses ambientales y de seguridad de largo plazo, se esté llevando a cabo o pensando en reducir las escasas áreas de bosque nativo del pie andino, y del bosque del sector de Panul de la Quebrada de Lo Cañas en particular, con fines inmobibliarios consagrados en el Plan Regulador correspondiente. Ello, además de todas las pérdidas en términos de los servicios que prestan, implica incrementar la inestabilidad y los riesgos para los potenciales moradores, los que adquieren las propiedades sin analizar integralmente su emplazamiento en el contexto natural y lo que ello puede significar para su bienestar y seguridad. Más aún, a ello se agrega que la reducción del área de amortiguación de las respuestas hidrológicas ante eventos pluviométricos conlleva un incremento de los escurrimientos urbanos y las consiguientes consecuencias, representadas por incrementos en la frecuencia y volumen de los flujos de lodo y detritos que avanzan sobre calles y construcciones, de muchos conocidas y sufridas en términos económicos y de salud, entre otros efectos. Debe tenerse presente que la microcuenca de la Quebrada de Lo Cañas presenta una serie de características que la catalogan como de alta potencialidad a la generación de movimientos en masa (Ferrando, 2008). Igualmente, se observan efectos locales derivados de la dinámica de las laderas tanto en términos de derrumbes de rocas como de deslizamiento lentos, evidenciado esto último en la destrucción de protecciones de tipo enrocado.
Por lo señalado, no cabe duda de la importancia de conservar y cuidar la masa de bosque nativo que aún resta en el piedmont y primeros contrafuertes andinos de la Región Metropolitana, particularmente el de la Quebrada de Lo Cañas (conocido como Bosque Panul), hecho que está consagrado en la Ley sobre Recuperación de Bosque Nativo y Fomento Forestal (Ley 20.283) y obedece a los fundamentos y criterios que llevaron a la Organización de Naciones Unidas a decretar el año internacional de los bosques, los que comprometen al Estado chileno como uno de sus miembros.
Por Dr. Francisco Ferrando A., académico Departamento de Geografía.
artículo publicado originalmente en http://fauopina.uchilefau.cl/ el 20 de octubre del 2011.